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Además de serios daños físicos, la violencia familiar causa en las víctimas trastornos emocionales que serán más profundos y duraderos cuanto más tiempo dure la relación:

  • Baja autoestima.

  • Interiorización del machismo, dependencia del varón y en general de todas las figuras de autoridad.

  • Tienen depresión profunda: falta total de esperanza, se sienten sin fuerzas, respuestas emocionales muy limitadas, altos niveles de autocrítica y baja autoestima.

  • Tienen miedo, estrés, conmoción psíquica aguda, ansiedad y desorientación.

  • Incomunicación y aislamiento provocado por el continuo desamparo social.

  • Tienen sentimientos de subordinación, dependencia y sometimiento.

  • Sentido de culpabilidad. Ellas mismas se sienten culpables de la situación.

  • Están desmotivadas y tienen una profunda ausencia de esperanza.

  • Incertidumbre, dudas e indecisiones por bloqueo emocional.

  • Falta total de esperanza.

  • Impotencia/indecisión: Carecen de poder interior para superar los problemas.

  • Se crea el “síndrome de la mujer maltratada”, que es parecido al síndrome de Estocolmo, donde uno se identifica con la figura de poder y de valor, en este caso el marido.

  • Vivencia y transmisión de roles sexistas.

  • Tienen poco o nulo margen en la toma de decisiones con lo que respecta a la vida de pareja y a la suya propia. Padecen a veces trastornos alimentarios severos como anorexia o bulimia.

  • Trastornos del sueño.

  • Irritabilidad y reacciones de indignación fuera de contexto.

  • Frecuentes trastornos de alcoholismo y de ludopatía.

  • Baja interiorización de valores sociales y democráticos.

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